Columnistas del Día
Llamada a constituirse en un centro importante de reflexión histórica y de estudio de los grandes problemas nacionales, la Academia de Historia del estado Carabobo, acaba de concluir un período interesante de su valioso desempeño. Elogiada, en su permanente y densa actividad académica, por historiadores e intelectuales de la talla de Guillermo Morón y Tomás Straka, se perfila en el tiempo como una institución de acreditado prestigio al servicio de la región y del país.
La directiva que tuve el honor de presidir durante dos períodos estatutarios, después de superar varios obstáculos negativos, echó las bases de su firme funcionamiento y desarrollo, tras el objetivo seguro de nuevos logros y conquistas.
Su nuevo presidente, nuestro buen amigo el Dr. Enrique Mandry Llanos, tiene la responsabilidad de continuar y potenciar sus éxitos, hacia la consecución de nuevos horizontes.
Convertirse en un foro, en una instancia de pensamiento de alto relieve intelectual y académico, es un inmenso desafío al cual están llamados todos sus integrantes, en correspondencia con la importancia que viene tomando la región en el desarrollo nacional.
Tales cometidos se desprenden del mandato imperioso de sus estatutos, muy claros y específicos sobre la materia. Pero es la investigación histórica regional y local y su condición de ágora representativa de la carabobeñidad las que se constituyen en ejes gravitacionales de su existencia. En este sentido, somos una comunidad intelectual con fines propios y objetivos concretos. Incrementa nuestra razón de ser la controversia, el debate libre de las ideas, sin lo cual la Academia carecería del piso vital que le debe caracterizar.
Debate en la pluralidad, en el respeto a todas las tesis y posturas que alientan la investigación y la búsqueda amplia del conocimiento. La Academia debe ser una institución en constante renovación, en permanente siembra, que garantice la frescura de sus aportes y el desarrollo de sus labores científicas. San Agustín sostenía, y esto tiene una gran significación para el desenvolvimiento metodológico de nuestros propósitos, lo siguiente: "Busquemos con el afán de encontrar, y encontremos con el deseo de buscar aún más".
Una doctrina académica basada en la libertad de pensar, en la crítica, en el cuestionamiento, es el mejor postulado para avanzar, para buscar y encontrar todo aquello que nos fijemos en nuestros propósitos investigativos. Mario Briceño Iragorry, en respuesta al trabajo de incorporación a la Academia Nacional de la Historia, de Enrique Bernardo Núñez, asentó: "Entre nosotros está abolida la peligrosa idea de imponer la conformidad de los conceptos. Aquí se respeta y se exalta la libertad de pensar. Aquí se alienta la contradicción fecunda de cuyo ejercicio surge el equilibrio de las verdades particulares. Aquí, lejos de ser frenado el pensamiento, se le incita para el vuelo sin tropiezos".
Una institución silenciosa, que no discute, que no debata, de pensamiento único, entretenida en cuestiones subalternas, aleatorias, camina presurosa hacia su propia ruina. La Academia tiene un espacio muy amplio y productivo en el terreno del pensamiento, y debe ocuparlo sin dubitaciones.
Quiero felicitar calurosamente al equipo que bajo la conducción del Dr. Enrique Mandry enfrentará los nuevos retos y expectativas que tiene planteada la institución.
dabacalao@cantv.net